COREA DEL NORTE VS EE.UU + ALIADOS

Resultado de imagen para corea del norte heroica
Corea del Norte: razones y sinrazones de una crisis
(Por Atilio A. Boron) La escalada de tensiones en la península coreana pone, objetivamente, al mundo al borde de una catástrofe de incalculables proyecciones. Tal como muchos observadores lo han repetido, Corea del Norte (nombre oficial: República Democrática Popular de Corea) no es Libia, no es Irak, no es Afganistán y tampoco es Siria. A diferencia de estos cuatro países, Pyongyang tiene una capacidad de retaliación que ninguno de aquellos jamás poseyó. Y, como lo recuerda periódicamente Noam Chomsky, Estados Unidos sólo ataca a países indefensos, nunca a los que tienen capacidad de respuesta militar. En estos días, a estas horas, un tremendo operativo naval se está desplegando a escasos kilómetros del litoral norcoreano. Y la prensa hegemónica internacional -en realidad, la prostituta favorita en el lupanar del imperio, en donde se revuelca con los “intelectuales bienpensantes” y los gobernantes y políticos coloniales- no ha dudado en satanizar y ridiculizar al gobierno norcoreano y, por vía indirecta, humillar a su pueblo. Sería conveniente, por lo tanto, mirar con objetividad algunos datos y construir un retrato alejado del maniqueísmo que ha hecho de Corea del Norte la encarnación misma del mal y de Estados Unidos y sus aliados, dentro y fuera de la región, una suerte de ángeles virtuosos sólo interesados en la democracia, la paz, la justicia, la libertad y los derechos humanos. Dado que conocemos al imperio desde sus entrañas, como decía Martí, sabemos que lo último es una escandalosa patraña. Pero, ¿qué hay de Corea del Norte?
Para comenzar hay que reconocer que ese belicoso régimen de la península coreana no ha invadido ni amenazado ni agredido a país alguno desde que lograra, a sangre y fuego, su independencia con la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial. Había estado bajo la feroz ocupación nipona desde los tiempos de la Guerra Ruso-Japonesa de 1905. Pero tal como ocurriera en Cuba en 1898, los norteamericanos se apoderaron de la victoria coreana y avanzaron hacia el norte para derribar al gobierno revolucionario. Lo que siguió fueron tres años de guerra contra un pueblo heroico que se había desangrado, como Vietnam, en su lucha contra el opresor japonés. Y el país quedó partido en dos. La historiografía oficial y la canalla mediática se han preocupado por impedir los crímenes de guerra perpetrados por Washington y sus aliados en esos años, y simultáneamente, presentar a Corea del Norte como un desastre absoluto y a sus líderes, los anteriores como el actual, Kim Jong-Un , como un psicópata descerebrado que le apasiona jugar con el modesto arsenal nuclear que tiene su país.
Días atrás Mike Whitney, un estadounidense especializado en el análisis de la política internacional, publicó un excelente artículo en el periódico digital Counterpunch que arroja luz para entender en toda su complejidad los acontecimientos “en pleno desarrollo”, como dice nuestro Walter Martínez, en la península coreana. En esa nota, sugestivamente titulada “El problema es Washington, no Corea del Norte” Whitney recuerda que en los 64 años transcurridos desde la finalización de la Guerra de Corea el gobierno de Estados Unidos hizo todo lo que estuvo a su alcance para castigar y humillar a Corea del Norte. Provocó letales hambrunas; le impidió a Pyongyang la llegada de capitales extranjeros y de acceder a mercados externos y créditos internacionales que jamás les negó a regímenes criminales como los de Pinochet, Videla, Stroessner, Somoza y otros de su calaña; le impuso tremendas sanciones económicas y como si lo anterior fuera poco instaló –con el consentimiento del gobierno cliente de Corea del Sur- baterías de misiles y bases militares a lo largo de la frontera en el Paralelo 38. Pese a estas brutales presiones –infligidas por supuesto en nombre de la democracia y los derechos humanos- Corea del Norte no sucumbió a la extorsión mafiosa de Washington y no hay señales de que vaya a hacerlo ahora. En lugar de ello, desarrolló un pequeño arsenal de armas nucleares como único disuasivo a un eventual ataque de Estados Unidos y sus gendarmes regionales: Corea del Sur y Japón.
Como asegura nuestro autor, si hay un país que necesita armas nucleares ese país es Corea del Norte. Y pone un ejemplo bien didáctico: ¿cómo reaccionaría la Casa Blanca si un gobierno enemigo desplegara portaviones y una flota de mar en las costas de California al paso que hiciera ejercicios militares conjuntos en la misma frontera mexicana con la anuencia del gobierno de ese país? Obviamente que los estadounidenses se sentirían amenazados y tratarían de prevenir lo peor haciendo gala de su poderío retaliatorio. Y precisamente eso es lo que está ocurriendo. Y si Kim Jong-Un no corrió la misma suerte que Gadaffi y Saddam Hussein es por dos razones: primero, porque su país no reposa sobre un mar de petróleo y, segundo, porque tiene capacidad militar suficiente, aún después de un ataque, “para reducir a cenizas a Seúl, Okinawa y Tokio”. ¿Suena exagerada esta aseveración de Whitney? Leamos lo que dijera la semana pasada Max Baucus, ex embajador de Estados Unidos en China durante la administración Obama. Preocupado por el estilo de “macho duro” que quiere imponer Trump en las relaciones internacionales Baucus dijo estar seguro que “el Pentágono y el Departamento de Estado y todos su asesores le han explicado al presidente que un ataque misilístico iniciado por Estados Unidos tendría consecuencias absolutamente desastrosas y cataclísmicas, y creo que Trump es lo suficientemente inteligente como para no querer tal cosa.”
Pero, ¿no estará sobreactuando Pyongyang en relación a la amenaza que representa Estados Unidos? Eso es lo que dicen algunos de los voceros vergonzantes del imperio. En este sentido, un informe reciente sugestivamente titulado “Los estadounidenses se olvidaron de lo que hicieron en Corea del Norte” permite colocar el asunto bajo una luminosa perspectiva. En esa nota, que me voy a permitir citar en extenso, se afirma que “durante la Guerra de Corea EEUU arrojó más bombas en Corea del Norte de las que había arrojado en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Esto incluía 32.000 toneladas de Napalm a menudo deliberadamente lanzada en contra de objetivos militares y civiles por igual, devastando al país muy por encima de lo que hubiera sido necesario para terminar la guerra.” En este mismo informe el periodista norteamericano Blaine Harden afirma que “a lo largo de esos tres años exterminamos un 20 por ciento de la población norcoreana”, según lo atestiguara el Jefe del Comando Aéreo Estratégico de EEUU Curtis LeMay, un criminal serial que redujo Tokio a cenizas cuando Japón estaba totalmente derrotado. Dean Rusk, que a su vez fue Secretario de Estado del progresista John F. Kennedy y del conservador texano Lyndon Johnson dijo también con indisimulado y criminal orgullo que “bombardeamos cada cosa que se movía en Corea del Norte y cada ladrillo apilado sobre otro”. Una vez que no quedó nada en pie en ninguna ciudad las valientes tropas de Estados Unidos “se dedicaron a bombardear plantas hidroeléctricas y represas para el riego, a los efectos de inundar los campos y destruir las cosechas”, provocando tremendas hambrunas. En Enero del 1953, cuando las fuerzas de la resistencia coreana estaban diezmadas y los que quedaban vivos exhaustos los estadounidenses bombardearon durante dos días ininterrumpidamente a Pyongyang …. Al final del ataque quedaban en esa ciudad apenas unos 50.000 habitantes, de los 500.000 que antes había.” El número de víctimas fatales durante la guerra superó los dos millones de habitantes, sobre un total de unos diez millones. Si Corea del Norte no sucumbió fue por la ayuda, principalmente alimentos, recibida de China y la Unión Soviética mientras que los Estados Unidos convirtieron a ese país en un páramo: sin comida, sin cosechas, sin electricidad, sin nada.
Mucho después, en una carta enviada al Washington Post, el ex presidente James Carter manifestó que “Pyongyang ha enviado consistentes mensajes a Washington indicando que está preparada para firmar un acuerdo que ponga fin a sus programas nucleares, sometiéndose a las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica y también para firmar un Tratado de Paz que reemplace al precario “cese del fuego” transitorio que se estableció en 1953. El problema es que Estados Unidos no quiere negociar absolutamente nada con un régimen que si bien no derrotó a las tropas americanas como ocurriera en Vietnam las obligó a un vergonzoso repliegue y a firmar un armisticio. Es que la Roma americana, como decía Martí, no negocia con nadie aunque la realidad es otra. Pero no lo hace con países o pueblos considerados inferiores. Herederos del racismo xenófobo de Hitler, los grupos dirigentes norteamericanos comparten el mismo desprecio hacia las naciones del Tercer Mundo. Y es esta misma arrogancia que convierte a Estados Unidos en un “estado canalla”, que viola sistemáticamente la legalidad internacional. Por ejemplo, desoyendo el dictamen de la Corte Internacional de Justicia en la demanda entablada por el gobierno de Nicaragua contra Estados Unidos por el minado de los puertos nicaragüenses, la agresión militar a su país a través de los contras y los atentados y sabotajes realizados en su territorio. La condena de la Corte fue taxativa, obligando a Estados Unidos a indemnizar al país centroamericano por todos los daños causados por su accionar. Washington desconoció el dictamen y, en 1992, una vez derrotado en las urnas el sandinismo, el gobierno títere de Violeta Barrios de Chamorro se hundió en los cloacas de la historia al retirar su demanda ante la Corte y de ese modo “perdonó” la deuda que Estados Unidos tenía para con su país.
 La soberbia y la barbarie imperiales, al igual que su patología belicista, siguen siendo factores determinantes de la política exterior de Estados Unidos. Pero sus socios y laderos en Extremo Oriente, en su nerviosismo, le han transmitido un mensaje muy claro a Trump: un ataque a Corea del Norte provocaría una catástrofe de proporciones en Corea del Sur y Japón y las víctimas civiles, que seguramente se contarían por decenas de miles, superarían con creces a las militares. Será tal vez por eso que Trump sorprendió a propios y ajenos cuando hace unas pocas horas (esta nota se escribe al anochecer del 1º de Mayo de 2017) anunció en una entrevista con la Agencia de noticias Bloomberg que “Si fuera apropiado reunirme con él –se refiere a Kim Jong-Un- lo haría absolutamente. Me sentiría honrado de hacerlo. Siempre y cuando ocurra bajo las circunstancias correctas. Pero lo haría”. Si se iniciaran las negociaciones que Corea del Norte viene reclamando hace largo rato las chances de evitar una tragedia termonuclear (cuyas consecuencias se sentirían en todo el planeta y no sólo en el Sudeste asiático) se incrementarían sensiblemente y este planeta se convertiría en un lugar un poco más seguro para vivir. Habrá que ver como reaccionarán los “halcones” que pululan en Washington y los mercaderes de la muerte del “complejo industrial-militar” ante la sorprendente declaración del presidente de los Estados Unidos, y si este será fiel a sus dichos. Ojalá que así sea.
Corea del Norte: razones y sinrazones de una crisis
(Por Atilio A. Boron) La escalada de tensiones en la península coreana pone, objetivamente, al mundo al borde de una catástrofe de incalculables proyecciones. Tal como muchos observadores lo han repetido, Corea del Norte (nombre oficial: República Democrática Popular de Corea) no es Libia, no es Irak, no es Afganistán y tampoco es Siria. A diferencia de estos cuatro países, Pyongyang tiene una capacidad de retaliación que ninguno de aquellos jamás poseyó. Y, como lo recuerda periódicamente Noam Chomsky, Estados Unidos sólo ataca a países indefensos, nunca a los que tienen capacidad de respuesta militar. En estos días, a estas horas, un tremendo operativo naval se está desplegando a escasos kilómetros del litoral norcoreano. Y la prensa hegemónica internacional -en realidad, la prostituta favorita en el lupanar del imperio, en donde se revuelca con los “intelectuales bienpensantes” y los gobernantes y políticos coloniales- no ha dudado en satanizar y ridiculizar al gobierno norcoreano y, por vía indirecta, humillar a su pueblo. Sería conveniente, por lo tanto, mirar con objetividad algunos datos y construir un retrato alejado del maniqueísmo que ha hecho de Corea del Norte la encarnación misma del mal y de Estados Unidos y sus aliados, dentro y fuera de la región, una suerte de ángeles virtuosos sólo interesados en la democracia, la paz, la justicia, la libertad y los derechos humanos. Dado que conocemos al imperio desde sus entrañas, como decía Martí, sabemos que lo último es una escandalosa patraña. Pero, ¿qué hay de Corea del Norte?
Para comenzar hay que reconocer que ese belicoso régimen de la península coreana no ha invadido ni amenazado ni agredido a país alguno desde que lograra, a sangre y fuego, su independencia con la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial. Había estado bajo la feroz ocupación nipona desde los tiempos de la Guerra Ruso-Japonesa de 1905. Pero tal como ocurriera en Cuba en 1898, los norteamericanos se apoderaron de la victoria coreana y avanzaron hacia el norte para derribar al gobierno revolucionario. Lo que siguió fueron tres años de guerra contra un pueblo heroico que se había desangrado, como Vietnam, en su lucha contra el opresor japonés. Y el país quedó partido en dos. La historiografía oficial y la canalla mediática se han preocupado por impedir los crímenes de guerra perpetrados por Washington y sus aliados en esos años, y simultáneamente, presentar a Corea del Norte como un desastre absoluto y a sus líderes, los anteriores como el actual, Kim Jong-Un , como un psicópata descerebrado que le apasiona jugar con el modesto arsenal nuclear que tiene su país.
Días atrás Mike Whitney, un estadounidense especializado en el análisis de la política internacional, publicó un excelente artículo en el periódico digital Counterpunch que arroja luz para entender en toda su complejidad los acontecimientos “en pleno desarrollo”, como dice nuestro Walter Martínez, en la península coreana. En esa nota, sugestivamente titulada “El problema es Washington, no Corea del Norte” Whitney recuerda que en los 64 años transcurridos desde la finalización de la Guerra de Corea el gobierno de Estados Unidos hizo todo lo que estuvo a su alcance para castigar y humillar a Corea del Norte. Provocó letales hambrunas; le impidió a Pyongyang la llegada de capitales extranjeros y de acceder a mercados externos y créditos internacionales que jamás les negó a regímenes criminales como los de Pinochet, Videla, Stroessner, Somoza y otros de su calaña; le impuso tremendas sanciones económicas y como si lo anterior fuera poco instaló –con el consentimiento del gobierno cliente de Corea del Sur- baterías de misiles y bases militares a lo largo de la frontera en el Paralelo 38. Pese a estas brutales presiones –infligidas por supuesto en nombre de la democracia y los derechos humanos- Corea del Norte no sucumbió a la extorsión mafiosa de Washington y no hay señales de que vaya a hacerlo ahora. En lugar de ello, desarrolló un pequeño arsenal de armas nucleares como único disuasivo a un eventual ataque de Estados Unidos y sus gendarmes regionales: Corea del Sur y Japón.
Como asegura nuestro autor, si hay un país que necesita armas nucleares ese país es Corea del Norte. Y pone un ejemplo bien didáctico: ¿cómo reaccionaría la Casa Blanca si un gobierno enemigo desplegara portaviones y una flota de mar en las costas de California al paso que hiciera ejercicios militares conjuntos en la misma frontera mexicana con la anuencia del gobierno de ese país? Obviamente que los estadounidenses se sentirían amenazados y tratarían de prevenir lo peor haciendo gala de su poderío retaliatorio. Y precisamente eso es lo que está ocurriendo. Y si Kim Jong-Un no corrió la misma suerte que Gadaffi y Saddam Hussein es por dos razones: primero, porque su país no reposa sobre un mar de petróleo y, segundo, porque tiene capacidad militar suficiente, aún después de un ataque, “para reducir a cenizas a Seúl, Okinawa y Tokio”. ¿Suena exagerada esta aseveración de Whitney? Leamos lo que dijera la semana pasada Max Baucus, ex embajador de Estados Unidos en China durante la administración Obama. Preocupado por el estilo de “macho duro” que quiere imponer Trump en las relaciones internacionales Baucus dijo estar seguro que “el Pentágono y el Departamento de Estado y todos su asesores le han explicado al presidente que un ataque misilístico iniciado por Estados Unidos tendría consecuencias absolutamente desastrosas y cataclísmicas, y creo que Trump es lo suficientemente inteligente como para no querer tal cosa.”
Pero, ¿no estará sobreactuando Pyongyang en relación a la amenaza que representa Estados Unidos? Eso es lo que dicen algunos de los voceros vergonzantes del imperio. En este sentido, un informe reciente sugestivamente titulado “Los estadounidenses se olvidaron de lo que hicieron en Corea del Norte” permite colocar el asunto bajo una luminosa perspectiva. En esa nota, que me voy a permitir citar en extenso, se afirma que “durante la Guerra de Corea EEUU arrojó más bombas en Corea del Norte de las que había arrojado en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Esto incluía 32.000 toneladas de Napalm a menudo deliberadamente lanzada en contra de objetivos militares y civiles por igual, devastando al país muy por encima de lo que hubiera sido necesario para terminar la guerra.” En este mismo informe el periodista norteamericano Blaine Harden afirma que “a lo largo de esos tres años exterminamos un 20 por ciento de la población norcoreana”, según lo atestiguara el Jefe del Comando Aéreo Estratégico de EEUU Curtis LeMay, un criminal serial que redujo Tokio a cenizas cuando Japón estaba totalmente derrotado. Dean Rusk, que a su vez fue Secretario de Estado del progresista John F. Kennedy y del conservador texano Lyndon Johnson dijo también con indisimulado y criminal orgullo que “bombardeamos cada cosa que se movía en Corea del Norte y cada ladrillo apilado sobre otro”. Una vez que no quedó nada en pie en ninguna ciudad las valientes tropas de Estados Unidos “se dedicaron a bombardear plantas hidroeléctricas y represas para el riego, a los efectos de inundar los campos y destruir las cosechas”, provocando tremendas hambrunas. En Enero del 1953, cuando las fuerzas de la resistencia coreana estaban diezmadas y los que quedaban vivos exhaustos los estadounidenses bombardearon durante dos días ininterrumpidamente a Pyongyang …. Al final del ataque quedaban en esa ciudad apenas unos 50.000 habitantes, de los 500.000 que antes había.” El número de víctimas fatales durante la guerra superó los dos millones de habitantes, sobre un total de unos diez millones. Si Corea del Norte no sucumbió fue por la ayuda, principalmente alimentos, recibida de China y la Unión Soviética mientras que los Estados Unidos convirtieron a ese país en un páramo: sin comida, sin cosechas, sin electricidad, sin nada.
Mucho después, en una carta enviada al Washington Post, el ex presidente James Carter manifestó que “Pyongyang ha enviado consistentes mensajes a Washington indicando que está preparada para firmar un acuerdo que ponga fin a sus programas nucleares, sometiéndose a las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica y también para firmar un Tratado de Paz que reemplace al precario “cese del fuego” transitorio que se estableció en 1953. El problema es que Estados Unidos no quiere negociar absolutamente nada con un régimen que si bien no derrotó a las tropas americanas como ocurriera en Vietnam las obligó a un vergonzoso repliegue y a firmar un armisticio. Es que la Roma americana, como decía Martí, no negocia con nadie aunque la realidad es otra. Pero no lo hace con países o pueblos considerados inferiores. Herederos del racismo xenófobo de Hitler, los grupos dirigentes norteamericanos comparten el mismo desprecio hacia las naciones del Tercer Mundo. Y es esta misma arrogancia que convierte a Estados Unidos en un “estado canalla”, que viola sistemáticamente la legalidad internacional. Por ejemplo, desoyendo el dictamen de la Corte Internacional de Justicia en la demanda entablada por el gobierno de Nicaragua contra Estados Unidos por el minado de los puertos nicaragüenses, la agresión militar a su país a través de los contras y los atentados y sabotajes realizados en su territorio. La condena de la Corte fue taxativa, obligando a Estados Unidos a indemnizar al país centroamericano por todos los daños causados por su accionar. Washington desconoció el dictamen y, en 1992, una vez derrotado en las urnas el sandinismo, el gobierno títere de Violeta Barrios de Chamorro se hundió en los cloacas de la historia al retirar su demanda ante la Corte y de ese modo “perdonó” la deuda que Estados Unidos tenía para con su país.
 La soberbia y la barbarie imperiales, al igual que su patología belicista, siguen siendo factores determinantes de la política exterior de Estados Unidos. Pero sus socios y laderos en Extremo Oriente, en su nerviosismo, le han transmitido un mensaje muy claro a Trump: un ataque a Corea del Norte provocaría una catástrofe de proporciones en Corea del Sur y Japón y las víctimas civiles, que seguramente se contarían por decenas de miles, superarían con creces a las militares. Será tal vez por eso que Trump sorprendió a propios y ajenos cuando hace unas pocas horas (esta nota se escribe al anochecer del 1º de Mayo de 2017) anunció en una entrevista con la Agencia de noticias Bloomberg que “Si fuera apropiado reunirme con él –se refiere a Kim Jong-Un- lo haría absolutamente. Me sentiría honrado de hacerlo. Siempre y cuando ocurra bajo las circunstancias correctas. Pero lo haría”. Si se iniciaran las negociaciones que Corea del Norte viene reclamando hace largo rato las chances de evitar una tragedia termonuclear (cuyas consecuencias se sentirían en todo el planeta y no sólo en el Sudeste asiático) se incrementarían sensiblemente y este planeta se convertiría en un lugar un poco más seguro para vivir. Habrá que ver como reaccionarán los “halcones” que pululan en Washington y los mercaderes de la muerte del “complejo industrial-militar” ante la sorprendente declaración del presidente de los Estados Unidos, y si este será fiel a sus dichos. Ojalá que así sea.

CRECIMIENTO ECONÓMICO EN COREA DEL NORTE


Aunque el perro ladre
 26 de diciembre de 2013

La República Popular Democrática de Corea se encuentra por estos días en una situación totalmente distinta de las graves dificultades que le acarrearon el bloqueo económico imperialista de Estados Unidos y la Unión Europea, junto a los desastres naturales a fines de la década de los 90 y principios de los años 2000. Desde que el Querido Líder Kim Jong-Il emitiera la directiva consensuada sobre el objetivo de la construcción de una potencia socialista prospera en 2009, habiéndose superado el período especial que atravesó el país, los datos económicos de Corea del Norte muestran avances espectaculares en todos los campos. Esto no ha significado que se abandonaran las políticas autosuficiencia e industrialización, sino que al contrario, el Juche y el Songun (las ideas rectoras del Estado según la Constitución) se han reforzado, contrariando las versiones sobre un supuesto "aperturismo" hacia la economía de mercado con que se ilusionaban los exegetas del liberalismo, una vez que falleciera el Generalísimo Kim Jong-Il en diciembre de 2011 y asumiera como Líder su hijo, el camarada Kim Jong-Un.
Paso a presentar datos sobre la economía coreana, con caracter orientativo. Agradezco al camarada Yuri Pérez ( @YPR955 en Twitter; en Facebook le pueden encontrar por ese nombre) por los mismos. Dado que la RPDC no publica estadísticas oficiales, lo que tenemos como estimaciones es lo que nos llega desde la Oficina Nacional de Estadísticas de la República de Corea (del Sur), Instituto de Investigación del Grupo Hyundai (principal empresa gestora del parque industrial intercoreano de Kaesong), o bien del CIA World Factbook (EE.UU.) o la Aduana de la República Popular China. Por lo tanto, bien podríamos interpretar que todo lo que se publique, en realidad, podría estar superado, deben ser aún más positivas. Más, yo creo que las mismas, aunque haya que tomarlas con prudencia, son dignas de ser publicadas. Porque son estadísticas, números, "fríos" que permiten tener un panorama de la recuperación económica de Corea tras las épocas de racionamiento de alimentos y apagones, para hoy haber superado aquello y estar avanzando por el camino del famoso socialismo en un sólo país. Los datos corresponden a los años entre 2011 y 2013.
·                     Crecimiento del PIB en 2012: +10,08% (+10,10% según la RPDC)
·                     Crecimiento del PIB per capita en 2012: +8,75%
·                     Crecimiento poblacional en 2012: +1,22%
·                     Crecimiento del volumen de comercio en 2012: +11,73%
·                     Crecimiento de las importaciones en 2012: +6,00%
·                     Crecimiento de las exportaciones en 2012: +19,63%
·                     Reducción del deficit de la balanza comercial en 2012: -11,30%
·                     Crecimiento del sector de producción energetica en 2012: +80,56%
·                     Crecimiento del sector agrícola en 2012: +7,2%
·                     Crecimiento de la construcción en 2012: +20,10%
·                     Crecimiento del tejido industrial en 2012: +5,3%
·                     Crecimiento del sector turístico en 2012: ND
·                     Crecimiento del n° de kilómetros de carreteras en 2012: +2,22%
·                     Crecimiento del n° de usuarios de telefonía móvil en 2012: +215,00% (Orascom Telecom)

La creciente agresividad de la política exterior surcoreana tras la asunción de Park Geun-hye, no ha amedrentado a Corea del Norte, cuyas Fuerzas Armadas ya han recibido la ordenar de contraatacar siempre y cuando el Sur sea el que haya comenzado las escaramuzas.  Como bien recordara el portavoz del gobierno norcoreano, Alejandro Cao de Benós, "Contra el imperialismo, desgraciadamente, las armas defienden la paz". Como en Corea del Norte más de 20 millones de habitantes, existe un sistema democrático de asambleas y las decisiones se toman por consenso, como no puede ser de otro modo en un país que desde 1948 proclamó el socialismo científico, el objetivo del colectivismo económico y de continuar esa lucha que alumbrara el Manifiesto del Partido Comunista en 1847, que continúa hasta nuestros días con una perspectiva cada vez más favorable.

Hay un dicho coreano que versa así: "Aunque el perro ladre, el tren de la Revolución avanza". Nuevos complejos de viviendas se están construyendo en todo el país, así como las obras públicas para renovar la industria y garantizar el pleno abastecimiento de todos los bienes y servicios a la población. Que más de sesenta años después de su fundación, la RPDC continúe en la senda hacia una sociedad colectivista, sin clases, demuestra que el liderazgo del Presidente Eterno Kim Il-Sung, el Querido Líder Kim Jong-Il y el Querido Líder Kim Jong-Un, no hubieran sido posibles, no se hubieran sostenido jamás, de no haberse consolidado la democracia y una idea fundante y en plena aplicación, del verdadero bienestar para todos. Si en algún momento se hubiera desviado el camino, se los habrían hecho pagar. Así lo ha demostrado la historia cuando la burocracia soviética decidió por si propia disolver la URSS en 1991...¡aún cuando la mayoría de los ciudadanos de la URSS estaban en contra! No hubo una guerra civil ni una gran respuesta popular ante el atropello que significaría para sus vidas la restauración del capitalismo. Porque hacía mucho tiempo las "grandes decisiones" se cocinaban entre cuatro paredes, entre un puñado de burócratas. La supervivencia y la plena vigencia de la RPDC indican que la democracia se haya, al menos, con mejor salud que en los tiempos de Brezhnev y Gorbachov en la URSS. Otra diferencia: no afirman vivir en el socialismo realmente existente (lo que es decir, en el máximo desarrollo posible del social
ismo), sino pues, reclaman y destacan, la ortodoxia para llegar a un mundo sin explotadores ni explotados.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La obra de Pinochet: mujeres violadas y torturadas

Prensa peruana manipuladora

Imágenes sobre el avance tecnológico de Corea del Norte